La secuela más esperada del año, protagonizada por Lady Gaga y Joaquin Phoenix, se presenta como un musical carente de estructura, incapaz de dar dirección a la historia del Guasón.
Cine01 de octubre de 2024
Magdalena VallejosSumergiéndonos en la profunda inestabilidad de la psique de Arthur Fleck, el director Todd Phillips regresa con una propuesta cinematográfica que conserva la ambivalencia estética de su predecesora. Sin embargo, esta nueva entrega carece de una narrativa que pueda ser definida como secuela en el sentido convencional. Más bien, se experimenta como una pesadilla fragmentada por los delirios de su protagonista, dejando un desenlace cargado de sensaciones incongruentes y ambiguas.
En esta secuela, Arthur Fleck se encuentra institucionalizado en Arkham, esperando juicio por los crímenes cometidos como El Guasón. Mientras lidia con la fragmentación de su identidad, Arthur no solo descubre el verdadero amor, sino que también desata la música que ha permanecido oculta en su interior.
Siguiendo la premisa establecida en el Guasón (2019), cuyo alto contenido dramático en la interpretación de Joaquin Phoenix lo llevó a ganar el Óscar en 2020, esta secuela mantiene el enfoque en los conflictos psicológicos de su protagonista. Sin embargo, a diferencia de la primera entrega, su interpretación carece de la caótica crueldad que definió al personaje y que cautivó a los fanáticos. Se percibe como una historia paralela, donde el personaje se sumerge en un amor muy forzado, resultando en un giro radical e inesperado en su personalidad.
Lo más novedoso de esta secuela es su estructura como musical, una expresión que parece haber estado latente en las profundidades de Arthur Fleck. La incorporación de Harley Quinn, interpretada por Lady Gaga, actúa como el catalizador de esta transformación, dando lugar a un musical que presenta momentos de gran fluidez, así como otros que no resultan orgánicos, lo que disminuye el interés del espectador.
En todo momento se intenta seguir el hilo conductor de la historia, pero resulta bastante complicado debido a su narrativa atemporal, que confunde y no se aprecia de forma coherente.
Se generó una gran expectativa en torno a la colaboración cinematográfica entre Joaquin Phoenix y Lady Gaga, especialmente tras el éxito que la cantante y actriz cosechó junto a Bradley Cooper en Nace una estrella (2018). Sin embargo, la interpretación de Gaga como Harley Quinn deja una sensación de vacío, creando un anhelo por un desarrollo más sustancial de su personaje, especialmente en su relación con Arthur. La conexión entre ambos personajes se siente insuficiente, no por falta de habilidad actoral, sino debido a la carencia de profundidad en el amor que se profesan. Aunque ambos son protagonistas, la presencia de Lady Gaga parece más como un simple complemento en los conflictos que enfrenta el personaje de Phoenix, lo que limita el potencial dramático de su interacción.
El Guasón 2: Folie À Deux logra evocar una compleja mezcla de emociones, desde el frenesí generado por sus escenas más violentas hasta la frustración por no haber explorado a fondo el potencial interpretativo de Gaga en su papel. En contraste, Phoenix mantiene su relevancia, a pesar de que la secuela presenta una estructura narrativa algo frágil. Su actuación continúa siendo un torbellino emocional, capaz de penetrar en las profundidades de la psique del espectador. Es lamentable que el estigma de las secuelas siga afectando a producciones tan significativas y con tanto potencial.
En el contexto actual de DC Studios, que se ha reestructurado con nuevos proyectos en el universo de Batman, es difícil prever si la historia del Guasón podrá retomar algún hilo narrativo que le permita reivindicarse en una posible tercera entrega. Esto no solo se debe a su inesperado desenlace, sino también a las críticas que ha recibido la secuela, que plantean interrogantes sobre su continuidad y dirección futura.
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