
La hora de la desaparición | Crítica: perturbadora e hipnotizante
Un tipo de cine inusual, pero profundamente necesario, que se concreta en una historia perturbadora, impredecible y que encantará a más de un fanático del misterio.
El festival reveló una programación que mezcla rescates fílmicos, performance e historia política, con homenajes a figuras clave del cine chileno y mundial.
Cine04 de agosto de 2025Una vez más, el Festival Internacional de Cine de Valdivia parece dispuesto a mirar hacia atrás sin dejar de pensar en el presente. En su edición número 32, que se desarrollará entre el 13 y el 19 de octubre de 2025, el certamen anunció sus homenajes y focos programáticos, apostando por una combinación de rescates patrimoniales, memorias del exilio y una revisión urgente del cine hecho desde los márgenes.
Este año, el festival dedicará una de sus secciones a homenajear a la cineasta pionera Lois Weber con una selección de sus obras musicalizadas en vivo, como parte de su sección Homenajes Musicalizados. Weber fue una figura clave en los inicios de Hollywood, siendo la primera mujer en dirigir un largometraje en Estados Unidos, en ingresar a la Asociación de Directores de Cine y en fundar su propia productora. Su carrera, marcada por un estilo innovador y ecléctico, abarcó más de 40 largometrajes y 100 cortos, en los que exploró técnicas narrativas avanzadas y temas sociales con una sensibilidad única.
El tributo del FICValdivia incluirá dos sesiones compuestas por cortometrajes como From Death to Life (1911), Suspense (1913) y Shoes (1916), entre otros. Estas piezas destacan por su riqueza formal y profundidad temática, desde relatos fantásticos hasta retratos realistas de mujeres enfrentadas a la precariedad. Con esta programación, el festival busca visibilizar el legado de una autora que, pese a su relevancia histórica, ha sido en gran medida olvidada por el relato tradicional del cine.
Programa Lois Weber
Sesión 1
Sesión 2
El nombre del actor Bartolomeo Pagano (1878-1947) está ineludiblemente ligado a la figura de Maciste, el más famoso personaje de ficción creado por el cine italiano, que tuvo su primera aparición como el héroe del clásico épico Cabiria (1914), de Giovanni Pastrone, punto de partida del género histórico conocido como péplum. Astuto, virtuoso y de fuerza sobrehumana, Maciste fue una reconfiguración del semidiós Hércules y su presencia inundó el cine peninsular en una veintena de exitosas películas realizadas hasta 1927. Entre las más populares de ese ciclo estuvo Maciste en el infierno (1925), realizada por Guido Brignone, uno de los tantos realizadores que mantuvo viva la saga.
El filme mantiene e incluso exacerba la estética abigarrada derivada del filme de Pastrone, específicamente en la escenificación del infierno al que es llevado su protagonista—inspirado en las célebres ilustraciones de Gustave Doré para La Divina Comedia—, en un intento para corromperlo y lograr que se una a las fuerzas de Satanás. La película, estrenada hace cien años, será musicalizada en vivo.
Con este título FICValdivia ha organizado un foco que releva las experiencias cinematográficas realizadas en la década de los setenta en Francia por autores originarios del norte de África, en el período posterior a las independencias de sus naciones.
En Mes voisins, el cineasta mauritano Med Hondo registró un trazo de la vida cotidiana de un grupo de inmigrantes en París, enfatizando el racismo dominante y su frágil existencia. Realizada en 1971, el filme fue concebido como parte de un proyecto mayor titulado Bicots-Nègres: vos voisins -sobre las condiciones de vivienda de los inmigrantes africanos- y en su ejecución, Hondo se ciñe a los principios del cinema verité, para registrar el testimonio de un puñado de personajes, el hacinamiento, la precariedad de sus habitaciones y el desamparo de las políticas públicas, construyendo a partir de ahí una reflexión que deriva desde la objetividad del relato en primera persona hasta la parábola poética y contestataria.
También en el marco de la realidad de los inmigrantes en Francia, Ali au pays des merveilles, de la argelina Djouhra Abouda (1949) junto a Alain Bonnamy (1947), mantiene el sentido irónico de la experiencia africana en Francia, e indaga en la labor obrera de una parte importante de los inmigrantes africanos. El filme explicita esa dimensión subrayando el estatuto "inferior", de sus personajes—mayoritariamente trabajadores de la construcción—, replicando incluso el punto de mirada desde sus fosas de trabajo en las calles de París, donde son literalmente ignorados por los transeúntes. El filme se inicia con un recuento en off de una serie de crímenes raciales en París y se organiza a partir de una voluntad de experimentación, exacerbando con diversos efectos formales la naturaleza rabiosa de su propuesta estética.
Pensado como un filme manifiesto sobre la lucha de los inmigrantes mauritanos en Francia, la gestación de Nationalité Immigré se realizó entre 1972 y 1975, período en el que su director, Sidney Sokhona (1952), sintetizó en la experiencia de Sidi la explotación que reciben sus compatriotas avecindados en París, sometidos a una rutina de oficios físicamente riesgosos y amparados en un estatus clandestino con permisos de trabajo falsificados. Sokhona realizó su película sin productor, financiándola laboriosamente con su propio dinero con la intención de llevar adelante la denuncia de las atroces condiciones de vida de los inmigrantes africanos en Europa, el racismo y la explotación hacia sus compatriotas, experiencia que también fue la suya como inmigrante durante esos años.
En el avión de regreso de Argel se encuentran un obrero argelino que vuelve a su trabajo en Francia con una joven argelina nacida en Francia que visita su país por primera vez. Se pierden de vista y luego se reencuentran. Cada uno de ellos vive en un mundo diferente y tiene que enfrentarse a problemas específicos de su circunstancia. A partir de allí el inmigrante argelino Ali Akika junto a Anne-Marie Autissier construyen una película que celebra la solidaridad, la amistad, la fuerza de lo colectivo, la resistencia y el diálogo. Es un retrato de luchas entrecruzadas, que recrea las huelgas del albergue de Sonacotra, las reuniones del Comité Palestino y las clases de alfabetización, sin olvidar las batallas feministas de finales de los años setenta en Francia.
Coherente con este foco se presentará la conferencia performativa BASTA. Films that don't exist do exist, en donde la investigadora y curadora Léa Morin reúne un conjunto de imágenes ausentes y narrativas cinematográficas marginadas: la película inexistente Basta del líder de izquierda marroquí Mehdi Ben Barka, la Cinemateca argelina, la Escuela de Cine de Łódź (o los "sembradores de estrellas" del cine marroquí), el cine desaparecido de Rabia Teguia de Argelia y Madeleine Beauséjour de la Isla de la Reunión, y manifiestos para un cine decolonial posindependencia. A partir de estos fragmentos entrelazados, Morin construye una narrativa de la que emergen múltiples preguntas: ¿Cómo podemos archivar películas que no existen? ¿Qué lugar podemos encontrar en nuestras historias del cine para alientos, deseos y heridas? ¿Cómo podríamos cuidar estas obras dañadas o ausentes sin borrarlas ni negar las luchas en las que se forjaron? A través del intercambio de movimientos y materiales (incluyendo películas, imágenes, documentos y fotografías), este es un intento de rastrear contornos históricos y repensar nuestras prácticas; de avanzar hacia lo colectivo y vincular, asociar, componer y articular, en lugar de dividir.
Fue el primer largometraje que Raúl Ruiz filmó luego de abandonar Chile en octubre de 1973. Aunque la fuente inicial de la película está en los Diálogos de fugitivos, de Brecht, lo que Ruiz retrata es la cotidianidad de los chilenos avecindados en Francia en los meses posteriores al Golpe. La estructura de Diálogos de exiliados es, mayoritariamente, la de una película coral en la que aparecen los habituales amigos del director, dando cuenta del hacinamiento, la precariedad económica y las inciertas noticias de los familiares en Chile. Pero su anécdota, frágil y fugaz como suele ser en las películas de Ruiz, se enlaza con el intento de los refugiados chilenos de impedir que un músico de derecha -Sergio Hernández, realice un concierto en París. El filme inaugura una vía muy poco transitada por el cine chileno del exilio, en donde en vez de la épica histórica y la denuncia explícita se aborda con lucidez y humor la condición nacional fuera de nuestras propias fronteras.
La partida de Sergio Navarro Mayorga en 2021 fue en cierta medida sorpresiva, como para haber aquilatado de inmediato su legado como docente, investigador y cineasta.
Sergio Navarro se formó como cineasta en la Escuela de Artes de la Comunicación de la UC y codirigió los largometrajes Esperando a Godoy y Vías paralelas. Tras el Golpe de Estado de 1973, se exilió en Canadá y luego en Ecuador, donde profundizó su trabajo audiovisual y comenzó a desarrollar una obra centrada en el documental y el cine directo.
A su regreso a Chile en los años 80, continuó esta línea tanto en el Colectivo Cabo Astica como en solitario, enfocando su mirada en la pobreza y la marginalidad, las que retrató como consecuencias directas de las políticas implementadas durante la dictadura de Pinochet.
De sus numerosas obras individuales, FICValdivia ha programado un homenaje a Navarro a partir de los cortometrajes Caminito al cielo (1989) y Cuartito rosa (1991). En conjunto con la Cineteca de la Universidad de Chile, han denominado a esta muestra Archivo en Progreso ya que será acompañada de algunos cortometrajes inéditos y fragmentos de otras películas que están en estos momentos siendo rescatadas por parte de la cineteca universitaria en conjunto con la familia del cineasta.
Sobre Caminito al cielo (1989), se enmarca en el trabajo de parte del audiovisual chileno en los últimos instantes de la dictadura, de analizar la situación de las capas populares. Específicamente, el filme construye un registro de vida retratando a un grupo de habitantes de la población Villa Wolf, en La Pincoya, cuya vocación es marcadamente testimonial y cotidiana. El punto de vista de Navarro prioriza el sentimiento de grupo, la amistad y, particularmente, el consumo de drogas —marihuana, chicota, etc.—, como acceso a su intimidad afectiva y social, evitando siempre caer en una mirada paternalista sobre las imágenes que muestra.
En Cuartito rosa (1991), Navarro indaga en el embarazo adolescente en poblaciones periféricas de Santiago. Manteniendo en el centro la dimensión testimonial, el filme registra las experiencias de una decena de jóvenes en relación con la maternidad y la feminidad, muchas de ellas organizadas a partir de las entrevistas con asistentes sociales. El filme establece como arranque conceptual el contrapunto entre las realidades de la clase alta y la situación concreta de jóvenes de Lo Prado, La Pintana y San Miguel, aspecto que le sirve para introducir, especialmente hacia el último segmento, pasajes ficcionados que enfatizan esa diferencia social que la película busca explicitar.
Ambas obras dan cuenta de una voluntad de diagnóstico y síntesis de un estado de situación. Navarro no identifica ni individualiza explícitamente a quienes aparecen frente a la cámara porque su existencia y padecimientos podrían ser similares a los de otros muchos en esas condiciones. Y si bien en rigor sus procedimientos se acercan hacia la lógica de la observación y del cine directo, ese principio formal pronto es descartado para introducir mayores cuotas de experimentación y distanciamiento.
En 1985, la académica Alicia Vega llevó a cabo el primer taller de cine para niños en la parroquia Jesús Carpintero de la población Huamachuco, en Renca. Esta experiencia educativa, basada en metodologías lúdicas y participativas, buscó acercar el cine a niños de sectores periféricos mediante una enseñanza que abarcaba desde los inicios del cine hasta conceptos técnicos como el montaje y el análisis fílmico. El taller se gestó a partir de su trabajo previo con cineclubes escolares y fue replicado en múltiples zonas de Santiago y regiones del país.
La experiencia cobró gran visibilidad con el documental Cien niños esperando un tren (1988) de Ignacio Agüero, que retrató el taller realizado en Lo Hermida y evidenció el poder transformador del cine en contextos de marginación. Pese a las dificultades impuestas por la censura de la dictadura, el filme se convirtió en un hito del documental chileno y sigue siendo una obra fundamental. Como homenaje a la trayectoria formadora de Vega y al legado de esta película, FICValdivia la exhibirá en su sección de Homenajes nacionales, con una función especial presentada por el propio Agüero en copia de celuloide.
El 32° FICValdivia perfila así una edición que no solo recupera nombres fundamentales para la historia del cine, sino que también invita a pensar cómo esas historias dialogan con los desafíos del presente.
Revisa toda la información sobre la programación del 32° FICValdivia: Ficvaldivia.cl
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